Autocensura y violencia
Amenazas del buen periodismo

El año empezó mal. Mardonio Mejía, periodista radial de San Pedro, Sucre, fue asesinado a bala cuando llegaba a su casa. El hecho pone de manifiesto una vez más la vulnerabilidad de los periodistas locales y regionales y el largo manto de la impunidad de los crímenes contra periodistas en Colombia. Hace poco, el Estado colombiano pidió perdón por el asesinato del director de El Espectador Guillermo Cano, después de reconocer su responsabilidad en el fracaso de la investigación. Pasaron 40 años desde que Pablo Escobar ordenó acabar con su vida y solo en este 2024 su familia recibió ese lánguido consuelo. 

En ese mismo lapso, desde 1984 hasta ahora, otros 152 periodistas, 32 de la Región Caribe,  han perdido la vida a manos de los violentos. Sus colegas del Pacífico tampoco han salido bien librados; 42 de ellos han sido asesinados de acuerdo a la FLIP.  Ocho más han muerto en la Orinoquía y 59 en la Región Andina. Esta situación resulta preocupante porque -como saben los perpetradores- el asesinato de un reportero favorece la autocensura entre los demás porque se generaliza el miedo. Muchos evitan publicar historias para proteger sus medios de subsistencia y sus propias vidas. Algunos han tenido que exiliarse o abandonar sus sitios de trabajo y reubicarse en las ciudades. 

En los estudios que he realizado, los reporteros manifiestan también haber sido víctimas de acoso judicial y otras presiones por parte no solo de los criminales sino de funcionarios públicos en ejercicio que quieren impedir que sus investigaciones tengan éxito. “Uno queda enredado en esa maraña de intereses oscuros como queda un mosquito en una telaraña sin poder moverse, esperando solo que llegue un sapo y se lo trague. A la delincuencia no le importa la vida de quien acaba”, dijo una de las periodistas que entrevisté para una investigación. Entre las presiones más comunes está el retiro de la pauta publicitaria.  Debido a la manera como funcionan los medios colombianos, sobre todo en las regiones, la venta de publicidad se constituye con frecuencia en la fuente principal de ingreso de los periodistas. En ese sentido la independencia y la ética con que trabajan se ve comprometida.


Otras presiones que hemos documentado como impedimentos para la libertad de expresión en Colombia son el acoso digital que padecen a través de las diferentes plataformas y las presiones editoriales de los medios para los que trabajan cuyos propietarios tienen compromisos políticos o económicos. La suma de estos factores hace más complejo el panorama para los reporteros. Sin embargo, la historia nos ha enseñado que el periodismo se ha reinventado una y otra vez y se mantiene porque satisface una necesidad sentida del ser humano: tener un conocimiento confiable de lo que ocurre más allá de su experiencia inmediata.

PhD. en Ciencias Sociales (Universidad del Norte)
Magister en Proyectos de Desarrollo Social (Universidad del Norte)
M.A. en Sciences De L’Éducation (Université Paris XII)

Profesora de pregrado y posgrado del Departamento de Comunicación Social y Periodismo de Uninorte, por más de 25 años

Áreas: periodismo y análisis de medios

Ha sido periodista de televisión y radio y consultora en comunicaciones.