Maxwell McCombs: Lecciones aprendidas de un académico apasionado
Lo conocí hace 15 años en Chicago, cuando Maxwell McCombs era el Keynote Speaker de la conferencia anual de ICA y yo me asomaba en forma tímida a esos grandes foros académicos internacionales. Después de su charla, me uní a una larga fila de asistentes que querían conversar en privado con él y hacerle preguntas. Al fin y al cabo, su teoría de ‘agenda-setting’ ha sido por décadas una de las cinco más usadas en la investigación en periodismo, comunicación masiva y opinión pública en el mundo.
En ese momento, obtuve una respuesta corta y precisa a mi inquietud; un estilo muy suyo, porque tenía el don de explicar asuntos complejos de manera simple y pedagógica. Al saber que yo era de Colombia, fue él quien siguió haciendo las preguntas. Quiso saber de Juan Valdez en forma detallada; adoraba la publicidad de la mula Conchita sentada en la silla de un avión de American Airlines al lado del personaje emblemático de la marca, muy popular en esa época; quería indagar más sobre las variedades de café que ofrecían. Se lamentaba de que solo podía conseguir esporádicamente la marca en los comercios de Austin, donde vivía. Después, se interesó en conocer más del país, sus regiones, y su gente, y terminé invitándolo a Uninorte. Hablamos sin prisas, como si la larga fila de aprendices, ansiosos de conversar con él, no existiera. En un instante, con sus ojos risueños y su sonrisa contagiosa, había logrado detener el tiempo.
Ese don de gozarse a plenitud cada momento de la vida, de mantener viva la curiosidad y la alegría, eran su sello personal en cada sesión de trabajo que mantuvimos en forma virtual o personal a lo largo de estos años. Tenía un conocimiento profundo del periodismo, de la opinión pública y del papel de los medios de comunicación en la sociedad, que logró plasmar en los tres niveles de su famosa teoría, conceptualizada hace 56 años con su colega Donald Shaw. Pese a las centenares de publicaciones académicas en todo el mundo que produjo durante su vida y de haberse retirado con honores, el Dr. McCombs seguía trabajando con la misma laboriosidad y entusiasmo que cuando empezó su carrera. Fue un ejemplo vivo de humildad, trabajo duro y resiliencia: contestaba correos, revisaba textos en forma minuciosa, y entregaba su parte del trabajo sin demora, como si fuera cualquiera de nosotros. Tenía una paciencia infinita para leer los comentarios de los revisores de los textos ciegos que poníamos a consideración de las revistas. Suspiraba y sonreía en silencio cuando los pares académicos querían contradecir algún aspecto de su teoría, sin saber que leían lo que él mismo, el autor, había escrito. Su personalidad alegre permitió que cada día de trabajo académico fuera productivo y placentero.
El Dr. McCombs pensaba que agenda-setting podía entregar explicaciones cada vez más precisas sobre las relaciones entre los medios y sus audiencias. Pese a los desafíos de la comunicación contemporánea y el auge de las redes sociales, estaba convencido de que los medios de comunicación tradicionales siguen manteniendo el liderazgo de la información pública, pues logran un efecto mucho más profundo sobre sus audiencias. Más de 500 estudios empíricos a lo largo y ancho del globo, han dado testimonio de la exactitud de sus observaciones.
Participé en las investigaciones que buscaron conceptualizar un tercer nivel de influencia de los medios de comunicación en el público, dentro de la consolidación del tercer nivel de agenda-setting y en un proyecto de cambio climático del segundo nivel de atributos, que probó el potencial normativo de su teoría. Entretanto, aceptó mi invitación para venir a Uninorte en 2012, en donde compartió con generosidad sus conocimientos con los académicos, estudiantes y periodistas del Caribe.
Se gozó el agua de coco, la torta plátano y el jugo de curuba tanto como su adorado café de Juan Valdez. Cuando volvió a Texas llevaba en su maleta un poncho, una mula y varias bolsas del grano para acompañarlo en las jornadas académicas venideras. En 2015, volvió por más café, más investigaciones y otro poco del cariño que había recibido de aquellos que tuvimos la fortuna de conocerlo. Uninorte le colgó en el cuello la medalla de honor al mérito científico, su máxima distinción.
La muerte lo encontró investigando las múltiples capas de influencia que existen entre las redes de la agenda; una vez más, en forma generosa, me invitó a aprender de él. Mientras tanto, la empatía instantánea que tuvo con Balti, mi perrito, en sus visitas a mi casa, le abrió de par en par el corazón de mi familia; un afecto, que todavía le pertenece a él y a su hermosa esposa Betsy. Con mi querido mentor, co-autor y amigo, me unirá para siempre la pasión por la investigación. Sin embargo, el Dr. McCombs ha dejado también una huella indeleble en mi corazón: la de un académico generoso, un amigo solidario, y un colega afectuoso. Descanse en paz.